Julio Díaz
En este 30 Aniversario de mi Partido, vuelvo a decir que porque soy comunista, soy del PCPE
Buscando el denominador común de los 30 años de historia de nuestro Partido hallamos en la voluntad decidida de su militancia a defender el proyecto comunista en el estado español, el elemento que nos ha acompañado de forma permanente todos este tiempo de difícil consolidación de un partido que, no sólo nació con un buen número de contradicciones que condicionaban negativamente su desarrollo, sino que con la liquidación del socialismo y la restauración del capitalismo en Europa del Este tuvo que enfrentar a los pocos años de su existencia la mayor crisis vivida por el movimiento comunista internacional desde su nacimiento. Multitud de factores internos y externos tendentes, primero, al debilitamiento y, posteriormente, a la liquidación orquestada de lo que, precisamente por nacer con un amplio potencial para constituirse como referente inequívoco del comunismo español, tenía frente a si a todos los sujetos políticos interesados en hacerlo fracasar. Resumía de forma muy acertada este interés compartido por burgueses, socialdemócratas, trotskistas, burócratas sindicales, oportunistas e izquierdistas de todo pelaje, el vaticinio –afortunadamente fracasado- del entonces SG del PCE, Gerardo Iglesias, anunciando en Enero de 1984 que nos disolveríamos tan pronto como un azucarillo en un vaso de agua.
Como dijimos en nuestro 25 Aniversario fue
una dura batalla en el seno del Partido entre reformistas y
revolucionarios que…se saldó con la victoria de las tesis marxistas
-leninistas y que, si se resolvió con ese resultado, fue por la
firmeza y unidad de la mayor parte de la militancia en torno al objetivo
de reconstruir el Partido como herramienta útil para la Revolución y,
consecuentemente, su confianza en el proyecto que, incorporando a
quienes en distintos momentos desde 1.968 habían roto con el
revisionismo de la dirección del PCE, venían levantando distintas generaciones de comunistas desde 1984. No fue, como pasa en los partidos burgueses y oportunistas, una
disputa palaciega entre dirigentes de una u otra camarilla que se
resolvió con la victoria de unos sobre otros, fue la acción decidida de
la mayoría de la militancia del Partido a favor de la continuidad de un
proyecto que entendieron como imprescindible para garantizar la
existencia del Partido Comunista en España. De esa lección, de la que se extrae de la certeza y sabiduría de las decisiones de la militancia y de la confianza en el Partido, es de las que, a 30 años vista y tras 9 Congresos realizados, quisiera hablar.
El Partido no es una sigla, mucho menos unos dirigentes.
Son muchas las definiciones que los/as
grandes dirigentes del proletariado internacional han hecho del Partido
Comunista e infinidad las citas que podríamos referenciar sobre éste,
pero para el objeto que nos ocupa, es más sencillo concluir que el
Partido Comunista es la suma de esfuerzos y voluntades de una militancia
unida en torno al marxismo –leninismo concebido éste como el cuerpo científico en el que estas personas –los y las militantes - sustentan su defensa inquebrantable de la clase obrera y del papel de la misma como única clase revolucionaria. Internacionalismo proletario, centralismo democrático y dictadura del proletariado fueron el vínculo teórico y práctico que, frente a la degeneración liquidacionista del Eurocomunismo, unió a quienes formaron el PCPE.
Expulsados o asqueados la
mayoría provenía del PCE y para ninguno de ellos y de ellas fue un
trago fácil abandonar la sigla histórica del comunismo español, pero concluyeron que por encima de siglas y pasado siempre están la
ideología, la organización y el programa que convierten al Partido en
una herramienta útil o no para el fin que nace (primera lección). Esos eran los mimbres que forjaron nuestro Partido y muy equivocados estaban quienes desde dentro y desde fuera, al servicio de intereses ajenos a la clase obrera, al Partido y al Socialismo, pretendieron liquidarnos en 1.989.
Mayoritariamente nos abandonaron los
que vivían del Partido y del sindicato y quienes no veían más allá de
las instituciones o buscaban en ellas un lucido y cómodo futuro. Sin embargo, la militancia que se había incorporado al Partido para
trabajar por el Socialismo desde su trinchera de lucha en el sindicato,
la asociación de vecinos o el comité de solidaridad y ni sabía nada de
reuniones secretas con burócratas venidos del frío, ni había disfrutado
de ningún privilegio por ello, no dudaron en mantener su posición.
Muchos
hicieron un viaje de ida y vuelta programado desde el principio para
desactivar la reacción al eurocomunismo, otros simplemente se sumaron al
carro de la traición para, de la mano del liquidacionista Anguita, buscar su nuevo espacio. Todos juntos (Gallego, Luis y Pepe Cabo, Monereo, Alfredo Clemente, Ángel Pérez, Moral Santín, Justiniano…) pensaron que su posición dirigente les permitiría liquidar el PCPE con su simple traición cupular. Confundieron
sus miserables vidas de ególatras, vagos y arribistas con la de
aquellos trabajadores y trabajadoras que, tras realizar extenuantes
jornadas laborales, encuentran horas todos los días para dedicarlas a la
causa de la liberación de su clase. Se equivocaron; los intereses de unos y otros eran muy distintos, porque su realidad social lo era también. No sólo despreciaron a la clase obrera, se atrevieron a
hacerlo con lo mejor de ella, con lo más consciente, con los obreros y
obreras que nutren las filas del Partido Comunista y la respuesta que
recibieron fue en forma de humillación por tener que reconocer que
vendieron la piel del oso antes de cazarlo (segunda lección) . Su caradura de políticos del sistema, les hizo inventar eso de que el PCPE ya no existía, pero
la evidencia de las sedes abiertas en muchos pueblos y ciudades y las
banderas en cada una de las manifestaciones y luchas obreras que se
daban en este país, les hizo protagonizar una de las más esperpénticas realidades que la política española ha ofrecido en las últimas décadas.
Pero al mismo tiempo que denunciamos estos hechos, corresponde reconocer también a ese 51% de miembros del CC que supieron defender el Partido desde los primeros ataques y pusieron la proa para
desarrollar un estilo de trabajo de dirección colectiva - que con el
tiempo hemos ido perfeccionando y hoy es práctica normal en nuestra
filas - muy pegado a la realidad política, al trabajo de masas y a las
necesidades de la militancia
1989, caída del Muro de Berlín, 1.991 triunfo de la contrarrevolución en la URSS. Sólo con esos dos hitos es fácil presuponer que no fueron años fáciles los que le tocaron
vivir a la militancia del PCPE y que, a la desmoralización general por
la importantísima derrota sufrida, se le unirían los ataques de quienes
aun restaban en el Partido viviendo de los restos de lo que fue y nunca
más volvería a ser. Años en los que, a la vez que desaparecían multitud de
siglas cuya única razón de ser fue el antisovietismo (PCEm-l, MC, LCR.,
PST..), el PCE se debatía entre desaparecer formalmente o seguir
mortecinamente ocupando un espacio para que, como ocurre en física,
nadie (el PCPE) llenase el espacio abandonado y CCOO daba el salto definitivo al sindicalismo pactista y de servicios. Una dura experiencia que nos situó en la larga travesía del desierto que sabíamos nos tocaba
transitar hasta recomponer las filas y nuestra capacidad de
confrontación con la burguesía, pero que en medio del camino y desde el desanimo y la derrota llevó a muchos comunistas a sus casas y lanzó a otros a las más disparatadas aventuras sectarias. Momentos
en los que parecía imposible remontar el vuelo y en los que sólo las
resistencia ejemplar de Cuba, determinadas y puntuales luchas obreras y
populares, junto a la
convocatoria por el KKE en 1998 del Encuentro Internacional de Partidos
Comunistas y Obreros, ofrecían aliento a una militancia que, desde la
derrota temporal, asumía en su 4º Congreso la necesidad de entrar en un periodo de resistencia. Resistencia que se torno a la ofensiva en su 5º Congreso; que recobró aliento en el Congreso de Unidad Comunista realizado con el PCOE en Octubre del 2.000; que recompuso filas y estilo de trabajo en el 7º extraordinario; que se lanzó a la ofensiva en el 8º y que, girando a la clase obrera, actualizó su programa en el 9 Congreso. Una historia de lucha y de compromiso de una militancia
muy consciente de su realidad, que supo hacer de la confianza en el
Partido, en su Partido, en el Partido del que son militantes y no meros
afiliados, un valor que se desarrolla en el tiempo y da sus frutos
cuando confluyen el conjunto de circunstancias que en ese momento
posibilitan que avance el Partido (tercera lección)
Por todo ello y por el honor
de haber compartido militancia con camaradas como Pepe Satué, Moncho,
Ramón Bada, Leopoldo del Prado, Miguel Orts, Pepe Montoliú, Trini
Torrijos, Juan Pedro, Máximo, Diosdado, Gerardo Rodríguez, Faustino y tantos otros que no cabrían en estas breves líneas, es por lo que en este 30 Aniversario de mi Partido, vuelvo a decir que porque soy comunista, soy del PCPE.
Julio Díaz
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