“Muchos trabajaban aún catorce o diez y seis horas diarias, partían
al trabajo a las 4 de la mañana y regresaba a las 7 u 8 de la noche, o
incluso más tarde, de manera que jamás veían a sus mujeres y sus hijos a
la luz del día. Unos se acostaban en corredores y desvanes, otros en
chozas donde se hacinaban tres y cuatro familias. Muchos no tenían
alojamiento, se les veía juntar restos de legumbres en los recipientes
de desperdicios, o comprar al carnicero algunos céntimos de recortes”.
Casi podría haber sido escrito ayer y aquí, pero fue escrito en Chicago
hace 128 años.
Así describía un contemporáneo la situación de la clase obrera de
Chicago en la fecha que el 1 de Mayo conmemoramos. Poco se diferencia de
la realidad que hoy viven miles de familias en nuestros barrios y
comarcas obreras, atormentadas por el paro y la crisis, salvo en que hoy
las áreas comerciales trituran los alimentos caducados para que nadie
pueda comer gratis y los ayuntamientos imponen multas por revolver en la
basura buscando comida, mientras construyen bancos anti-indigentes con
apoyabrazos para que no puedan dormir en ellos quienes no tienen casa.
También la compañía Pinkerton, policía privada de los explotadores, sirvió en Chicago a los intereses de industriales y empresarios en acciones rompehuelgas de la mafia patronal como las que hace pocos meses y días conocimos en la huelga de la limpieza viaria de Madrid, en la de Panrico, en la de Coca Cola y en tantas otras.
El fraudulento proceso del Estado contra los sindicalistas de
Chicago, el crimen judicial contra los ocho dirigentes obreros de la
huelga por la Jornada de 8 horas, que paralizó los Estados Unidos el 1
de Mayo de 1886, nos recuerda los juicios políticos hoy en marcha contra
los huelguistas de Getafe, la Rioja, Galicia, Grecia, Colombia. También
aquel juicio perseguía el objetivo de atemorizar y escarmentar al
conjunto de la clase obrera en lucha.
Sin embargo, y contra toda apariencia, contra toda semejanza, no
estamos volviendo al capitalismo del siglo XIX. El capitalismo que hoy
conocemos, completamente moderno y actual, se corresponde con la
presente etapa de descomposición del modo de producción capitalista y
con los intereses objetivos de la clase dominante que hoy pone a salvo
sus beneficios multimillonarios, resuelve su crisis capitalista,
consecuencia de su propia lógica de acumulación y de sus propias
contradicciones irresolubles, endureciendo la explotación, la
sobreexplotación, el empobrecimiento relativo y absoluto de la clase
obrera y la persecución y terror patronal, penal y policial contra la
lucha de los trabajadores y trabajadoras.

A finales de mayo de 1886 la patronal norteamericana tuvo que otorgar la jornada de 8 horas a varios centenares de miles de obreros
También en España la Jornada de 8 horas fue fruto de la lucha unida,
sostenida y organizada de la clase obrera. En 1919, después de una
huelga general de 44 días que paralizó la producción, el gobierno
español aceptó las demandas de los trabajadores que incluían la jornada
de ocho horas, el reconocimiento de los sindicatos y la readmisión de
los despedidos.
Por la jornada de ocho horas lucharon, y murieron, los mártires de
Chicago. Ese derecho, como todos, hubo que arrancarlo luchando, pues
“los derechos de la clase obrera no han brotado de la oreja de una
cabra, ni de la mano de un dios o del amo”.
Para reconquistar los derechos arrebatados, los salarios y pensiones,
los Convenios, para hacer frente a las medidas de hambre y miseria de
los monopolios, el Estado y la Unión Europea, y a su criminal dictadura
de clase, no hay más camino que luchar, construir la unidad obrera,
acabar con el sindicalismo de rendición y pacto con el enemigo, acabar
con la división en siglas y convocatorias sindicales, que debilitan y
desactivan nuestra capacidad de respuesta.
Este 1 de mayo nos tienen que encontrar en pie de lucha y muy
conscientes de que la justicia obrera no podemos esperarla de nada ni de
nadie que no sea de nuestra unidad y lucha para recuperar nuestros
derechos construyendo el Estado obrero y socialista, en el que decidamos
quienes somos la inmensa mayoría y quienes todo lo producimos y creamos
con nuestro trabajo.
Marina Quintillán
Unidad y Lucha
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