Los acontecimientos se
suceden con rapidez en nuestro país. En menos de una década se ha
desatado una crisis capitalista sin precedentes que ha desembocado en
una aguda crisis política. Por todas partes crece la desconfianza del
pueblo hacia las instituciones, hacia el bipartidismo, hacia la
monarquía, etc. Y en este contexto, crecen también quienes tratan de
generar falsas ilusiones entre la gran masa explotada.
Se precipitan los acontecimientos.
El mismo día en que se escribe este artículo, el diario El País publica una nueva encuesta en la que PODEMOS se confirma como primera fuerza política, con un 27,7% del voto estimado. Al mismo tiempo, se suceden los enfrentamientos internos en Izquierda Unida, que parece querer precipitarse por sí sola al abismo. Por su parte, el PSOE trabaja a la desesperada tratando de remontar encuestas, mientras que el PP vende humo y golpea sin compasión a la clase obrera y a los sectores populares, afilando sin cesar las armas represivas del Estado.
En el plano
internacional crecen las contradicciones entre las distintas potencias
imperialistas y, una vez más, la guerra toca a las puertas de la vieja
Europa, en este caso en Ucrania. Los Estados europeos pactan entre sí
contra la clase obrera y para tener más oportunidades en la brutal
competencia que mantienen con otros bloques y potencias por un nuevo
reparto del mundo, de las materias primas, de los recursos y rutas
energéticas.
Hoy, la mitad de la
renta mundial está en manos del 1% de la población (110 billones de
dólares), una cifra 65 veces mayor que el total de la riqueza que posee
la mitad más pobre de la población mundial1.
Los ricos cada vez más ricos y los pobres cada más pobres. Una cruel
paradoja si se tiene en cuenta que existe una clase obrera mundial y un
desarrollo científico - técnico que permitirían satisfacer las
necesidades populares y garantizar una vida digna, para todos y todas y
en plena armonía con la naturaleza. El único obstáculo para alcanzar ese
objetivo es la existencia de un sistema caduco, corrupto y cada vez más
parasitario, asentado en las relaciones capitalistas de producción que
se levantan sobre la propiedad privada de un puñado de oligarcas que
todo lo poseen. Un sistema agonizante que trata de mantenerse en pie a
consta de provocar la destrucción del planeta, la muerte y el
sufrimiento de millones y millones de seres humanos.
No hay un camino fácil.
En estas condiciones, la militancia comunista está teniendo que responder a preguntas sobre la posición del Partido Comunista respecto a los llamados "procesos de convergencia", nueva versión de la vieja “unidad de la izquierda”. También hemos tenido que responder a las manidas acusaciones de sectarismo, dogmatismo, etc., que cíclicamente ha enfrentado el movimiento comunista, desde tiempos de Marx y Engels, cada vez que la clase obrera y el pueblo han dicho basta y se han puesto en pie. Y es normal que así sea, pues de un lado se expresan las profundas ansias de cambio que embargan a amplias masas populares y, de otro, el constante intento de las clases dominantes, y de quienes llevan su voz al movimiento obrero y popular, de aislar a la vanguardia comunista.
Hemos combatido con
insistencia a quienes, desde el estallido de la crisis capitalista, han
dicho a la clase obrera que debe apretar el cinturón, que debe aceptar
los ajustes y esperar pacientemente a que se supere la crisis porque,
entonces, según nos dicen, recuperaremos los derechos perdidos. ¡Es
mentira! Y así lo hemos reiterado. También nos hemos enfrentado a
aquellas posiciones que pretenden enterrar las formas de lucha y
organización levantadas por el movimiento obrero y probadas en el fuego
del combate, con quienes han pretendido y pretenden diluir las
posiciones revolucionarias en movimientos amorfos, en nombre de la
posmodernidad y el cosmopolitismo del capital.
Pero hoy eso no basta.
Debemos abrir un nuevo frente de lucha político - ideológica contra la
expresión de esas posiciones organizada en el plano político. Contra
quienes ofrecen formulas y caminos sencillos para solucionar los
problemas obreros y populares, soluciones tan fáciles y pacíficas como
falaces. Quienes ante las dificultades que objetivamente atraviesa el
sistema capitalista, pretenden participar de su reorganización y se
levantan como nueva socialdemocracia, para conducir la lucha a los
cauces del parlamento burgués, buscando una vez más que todo aparente
cambiar mientras perdura la explotación. Quienes, como primero hiciera
el PCE Eurocomunista, y ahora sus herederos de IU o PODEMOS, ocultan el
problema político central de la lucha obrera y popular que seguirá
siendo responder a una pregunta: ¿qué clase está en el poder?
Centralidad de la clase obrera y lucha por el poder.
Y es que algunos no luchan por el poder de la clase obrera, sino por el Gobierno para sí mismos. Con ello tratan de ser útiles al dilema en que se debate la oligarquía respecto a las formas de gestionar la crisis: ¿gestión liberal o gestión keynesiana? El problema de la segunda opción, la keynesiana, es que la socialdemocracia clásica hace aguas e, implicada hasta la médula en la gestión más burda del corrupto poder de los monopolios, ha perdido gran parte de su histórica capacidad de engaño al pueblo trabajador. Así lo evidencia el caso del PASOK en Grecia, al que seguirá en buena medida el PSOE camino del desastre. Hace falta entonces un nuevo becerro de oro, un nuevo señuelo para conducir al redil a la clase obrera y a los sectores populares. Nace entonces esa nueva socialdemocracia que tan bien representa SYRIZA y que en España tratan de representar, compitiendo hasta el ridículo, Izquierda Unida y PODEMOS, con un PCE reducido a la nada y limitado a reproducir en su web los comunicados del Partido de la Izquierda Europea y a agasajar a los nuevos socialdemócratas griegos.
Frente a todos ellos,
nos situamos quienes afirmamos que la clase obrera de este país dirá la
última palabra. Quienes defendemos la centralidad de la contradicción
capital - trabajo, quienes pretendemos elevar la lucha de clases a lucha
por el poder obrero y popular, tal y como hoy hacen nuestros hermanos
griegos del KKE. Quienes denunciamos los intentos que pretenden situar a
la clase obrera bajo la dirección de sectores pequeñoburgueses y capas
medias, que no luchan por erradicar la explotación y el sistema que la
sustenta, sino por elevar, o cuando menos mantener, su propia posición
dentro del mismo y defienden una batería de utópicas reformas
democráticas en un sistema dictatorial que tiende a la reacción en todos
los terrenos.
Fortalecer el frente de lucha ideológica contra la nueva socialdemocracia.
Ni marchamos bajo bandera ajena ni nos dejaremos envolver por las falsas ilusiones que algunos tratan de generar. Como se puso de relieve en el mitin obrero celebrado en Madrid el pasado 24 de Enero, frente al "ciudadanismo" de algunos, que reúnen en un mismo círculo a explotadores y explotados bajo la peligrosa bandera de la transversalidad, reivindicamos la posición clasista y el papel de partido obrero, sin admitir presión alguna y contestando a cada ofensiva con una contraofensiva. No nos dirigimos a todos los ciudadanos y ciudadanas, ni tampoco a la gente en abstracto, nos dirigimos a los obreros y obreras de nuestro país y a todos aquellos sectores que viven de su trabajo, o que más bien malviven en las actuales condiciones, fruto de la pérdida de derechos o de la propia posibilidad de trabajar.
Nuestra lucha jamás
contará con el favor de la Sexta, de Cuatro o de Público, ni siquiera
con la propaganda diaria de la caverna mediática; tampoco tenemos dinero
para tratar de comprar una televisión local. Pero contamos con el
trabajo militante de miles de personas, obreros y obreras conscientes de
nuestro país a los que no se puede engañar tan fácilmente. Porque
mientras algunos subestiman constantemente a la clase obrera, bien desde
sus cómodos escaños parlamentarios o bien desde la academia, la
militancia comunista confía en la fuerza del trabajo y se siente cómoda a
pie de fábrica, discutiendo en el taller y en el cuarto de aseo de
cualquier centro de trabajo, en una lucha tenaz donde prima la
organización y la conciencia de que nos enfrentamos a un poderoso
enemigo al que no será fácil vencer y al que, desde luego, no se
derribará con meros malabarismos parlamentarios, cuyos límites se ponen
ya de manifiesto en Grecia.
Luchamos por la
independencia política e ideológica de la clase obrera contra quienes le
arrojan a diario basura ideológica a los ojos, tratando de cegarla para
apartarla del camino que tiene que recorrer y que, más temprano que
tarde, sin duda recorrerá.
Llamamos a la militancia
comunista a combatir ideológicamente a la nueva socialdemocracia sin
concesión alguna, llámese ésta PODEMOS, Izquierda Unida o como
finalmente decidan llamarse, vayan en una única lista electoral o vayan
en cincuenta. Llamamos a abrir espacios de debate en cada centro de
trabajo, en cada oficina, en cada tajo, en los centros de estudio, en
cada barrio, en cada lucha y con todos los medios a nuestro alcance: la
prensa revolucionaria, las redes sociales, con la octavilla en la mano
y, fundamentalmente, en el cuerpo a cuerpo, con el convencimiento de que
¡no hay objetivo grande para un destacamento revolucionario, no hay
metas imposibles para un pueblo que tiene confianza en su propia fuerza!
2
¡Combatiendo a la nueva socialdemocracia!
R.M.T.
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